Los retos de la escuela hoy

Los retos de la escuela hoy

Texto: Arantxa Garay-Gordovil | Ilustración: Carlos Múgica

¿Para qué y por qué existe la escuela? Me gustaría comenzar mi reflexión con esta pregunta aparentemente simple, pero de enorme trascendencia, que no nos repetimos lo suficiente y cuyas respuestas tendemos a simplificar.

Hay un consenso implícito sobre las escuelas como escenarios prioritarios para el desarrollo humano, pero quizá no hay un pacto efectivo sobre el sentido profundo de la escuela. Citando a César Coll, «la escuela hace accesible a niños y jóvenes aspectos de la cultura que consideremos imprescindibles para su desarrollo personal» (El constructivismo en el aula. Grao, 1993). Esta afirmación me inspira algunos interrogantes: ¿para todos los niños y niñas?, ¿qué aspectos consideramos imprescindibles?, ¿qué entendemos por desarrollo personal?

Este autor nos recuerda que la escuela es el escenario donde una acción educativa sistemática, planificada y evaluada se desarrolla para garantizar dos dimensiones claves del desarrollo humano: la socialización y la individualización. No es el único escenario que favorece esta doble dimensión del desarrollo, pero sí el único que se emplea de forma sistemática en ello y que planifica para luego evaluar y certificar. La escuela permite que cada alumno se construya como persona con las herramientas necesarias para integrarse en un contexto social determinado. Pero ¿qué significa integrarse? ¿Formar parte o tomar parte para poder mejorar y transformar ese contexto? Parece obvia la respuesta, y quizá todos de forma casi automática respondamos: «para poder integrarse y transformar el mundo en una realidad mejor». Lejos de ser una pregunta inocente es una pregunta compleja pues nuevamente nos encontramos con terrenos no consensuados y no compartidos: ¿qué es una sociedad mejor?, ¿cómo se participa activamente como ciudadano y miembro de una cultura?

Aunque es difícil, por tanto, llegar a conclusiones que no susciten más preguntas, voy a compartir mi punto de vista: la escuela es un escenario privilegiado para que cada niño construya un conocimiento integral y significativo que le permita poner en marcha su plan de vida, con el que contribuir de forma activa y responsable al bienestar personal y comunitario y a la mejora de la sociedad. Ser persona, integrarme en una cultura y poder aportar.

La escuela es un escenario privilegiado para que cada niño ponga en marcha su plan de vida con el que contribuir a la mejora de la sociedad

Desde esta idea inicial centraré mis reflexiones sobre tres retos que creo que son importantes para que la escuela de hoy pueda abordar con éxito esta tarea:

  • Innovar con sentido y sostenibilidad
  • El derecho a una educación inclusiva
  • Acompañar al profesor en su desarrollo profesional

El movimiento de escuelas que buscan mejores maneras de ayudar a los alumnos a aprender y a desarrollarse es numeroso y tiene repercusión y evidencias de éxito. Pero ¿hay fiebre de innovación?, ¿todo vale si es nuevo?, ¿cada idea ocurrente tiene que ser buena, solo por ser original?, ¿cómo viven los profesores, los alumnos y las familias esta viralización de la innovación como respuesta a todos los males del sistema educativo? En palabras de Francesc Pedró García, «en el imperativo de la innovación escolar coinciden dos racionalidades diferentes: por un lado, la que busca responder a las necesidades derivadas de la nueva economía y de una sociedad cada vez más globalizada y tecnificada; por otro, la que busca la dignificación del alumno como sujeto que aprende activamente y socialmente, colocándolo en el centro del proceso aprendizaje» (¿Retornando a Ítaca? Tendencias internacionales en innovación educativa. Calidad de la Educación: aportes de la investigación y la práctica. Dykinson, 2019). Para poner la innovación al servicio de la educación y no al contrario, hay que situar a las personas en el centro de todas las decisiones y promover claves para innovar de forma sostenible: liderazgo, participación, proyectos educativos propios y flexibles que respondan primero al porqué y para qué innovar que al cómo hacerlo, puesta en marcha de prácticas basadas en evidencias, espacios para la reflexión-investigación-acción educativa o interlocución de la escuela con el entorno en una camino bidireccional.

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible han sido consensuados por 70 países como una herramienta para garantizar la resolución de problemas sociales, económicos y ambientales a los que el mundo se enfrenta. El ODS 4 hace referencia a la necesidad de «garantizar una educación de calidad inclusiva y equitativa, y promover las oportunidades de aprendizaje permanente para todos». La educación es un derecho universal. Las características personales de un niño no son las barreras para que pueda aprender y participar en un contexto escolar ordinario, sino el entramado de estructuras, políticas, recursos, creencias o prácticas que conforman los sistemas educativos en todos sus niveles: Estado, centro o aula son los que crean esas barreras y es ahí donde hay que derribarlas. Ainscow nos recuerda que «una educación eficaz es aquella que es eficaz para todos los alumnos» (Haciendo que las escuelas sean más inclusivas: lecciones a partir del análisis de la investigación internacional. Revista de educación inclusiva, vol. 5. Nº 1). Las sociedades inclusivas precisan de escuelas inclusivas. La inclusión no es una meta, es un camino que hay que empezar a andar cuanto antes sabiendo que habrá rutas diversas, conectadas y flexibles, pero siempre rutas accesibles a todos, que abran oportunidades y disminuyan desventajas. La inclusión celebra, por lo tanto, la diversidad en las aulas como una oportunidad de aprender de y desde la diferencia, pero en igualdad de derechos.

La inclusión no es una meta, es un camino que hay que empezar a andar cuanto antes sabiendo que habrá rutas diversas, conectadas y flexibles, pero siempre accesibles

En este escenario de innovación y diversidad que caracteriza a las escuelas de hoy se debe facilitar al profesorado, que es su principal capital, oportunidades de crecimiento a través de la construcción de comunidades de aprendizaje y desarrollo profesional. En el informe de la Fundación Promaestro, Los maestros cuentan (2015), se identifican como «elementos que fortalecen la profesión docente»: la relación individual del profesor con sus alumnos, la pertenencia a un cuerpo profesional visible y unido, la libertad para innovar y la autonomía para el ejercicio profesional, la práctica reflexiva como competencia profesional clave y la evaluación profesional. Es importante desarrollar políticas institucionales que posibiliten la carrera profesional docente, pero igual de importante es hacerlo contando con los maestros y no al margen de los maestros.

Educar para transformar implica desarrollar en los alumnos las competencias necesarias para ser conscientes de su realidad, comprenderla, analizarla y mejorarla. La innovación basada en la evidencia como herramienta de profesionalización y como medio para educar en y para la diversidad es un reto de la escuela de hoy, y la comunidad educativa hoy más que nunca tiene que demostrar a la sociedad unión, competencia y amor por la vocación educadora y el respeto profundo por la responsabilidad que compartimos.

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