«Entre el mundo y yo»: saberse negro en Estados Unidos

«Entre el mundo y yo»: saberse negro en Estados Unidos

Autora: Victoria de la Calle | Ilustración: Pablo Bacigalupe

En el caso del 13% de la población afroamericana estadounidense, la suerte está echada antes de llegar al mundo. El libro de Ta-Nehisi Coates reflexiona sobre cómo la discriminación racial condiciona la vida de los negros en un país que presume de ser el más libre del mundo.

Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta,
porque me encuentro unido a toda la humanidad.
Por eso,  nunca preguntes por quién doblan las campanas: doblan por ti.
 

Jonh Donne

A veces, entender realidades ajenas es difícil. Sin embargo, en esta sociedad global que avanza para conseguir unos objetivos comunes, este punto es imprescindible.

En un 2020 lleno de reflexiones profundas, no fue ni el confinamiento ni el coronavirus lo que me llevó a ponerme en el lugar del otro, sino un libro: Entre el mundo y yo, de Ta-Nehisi Coates, ganador del National Award y finalista al Pulitzer en 2016, que aborda la discriminación y la desigualdad que sufren los afroamericanos en Estados Unidos; y el movimiento activista, que resurgió con especial intensidad a raíz del asesinato de George Floyd el pasado mes de mayo, bajo el lema Black Lives Matter.

La recomendación tengo que agradecérsela a mi hermano. Él, que tiene alma de periodista, siempre hace esfuerzos por comprender y adentrarse en todas las realidades con las que se encuentra, muchas veces, a través de obras de teatro que escribe o interpreta: no hay un ejercicio de comprensión más extremo que el de convertirse en otro.

El libro en cuestión es una carta que el autor escribe a su hijo, Samori, en la que le explica cómo es ser y saberse negro en Estados Unidos. Esta carta reabrió el pasado agosto el debate racial que vive el país y que provoca protestas aún hoy. Unida a otras cuestiones como la violencia policial, esta cuestión marcó las pasadas elecciones y puso sobre la mesa cifras esclarecedoras:

    • El 24% de los muertos a manos de la policía son negros, aunque el porcentaje total de población que representan los afroamericanos es del 13%, según el Mapping Police Violence (2019).
    • Aunque son solo el 13% de la población, los negros representan el 33% de la población encarcelada del país, como afirman los datos del Pew Research Centre (2018).
    • El 20% de la población negra está en riesgo de pobreza, frente al 8% de los blancos en la misma situación (Federal Reserve System, 2016).

A mí, una mujer blanca, de 29 años, de cualquier ciudad europea, Entre el mundo y yo me ha llevado a hacer ese ejercicio tan radical de imaginarme —¡lo prometo!— afroamericana, cada vez más, en cada página que pasaba. No es que nunca hubiera pensado en el racismo, pero no había sentido tanta rabia ante esta realidad como leyendo la carta de Coates.

El 20% de la población negra está en riesgo de pobreza, frente al 8% de los blancos en la misma situación

Me enfadó la aceptación del racismo por parte de la población estadounidense como algo «que viene dado», como algo «natural». El autor lo expone como primer argumento:

«Los americanos creen en la realidad de la ‘raza’ como rasgo definido e incuestionable del mundo natural. El racismo —la necesidad de asignar a la gente unos rasgos inmutables y luego humillarla, reducirla y destruirla— es la inevitable consecuencia de esta condición inalterable. En este sentido, el racismo es representado como el hijo inocente de la madre naturaleza, y solamente se lamenta la deportación de esclavos al Nuevo Mundo o la expulsión de los Cherokee igual que uno lamenta un terremoto, un tornado o cualquier otro fenómeno que se pueda considerar ajeno a la acción de los hombres. Pero la raza no es la madre del racismo, sino su hija. Y el proceso de designar al ‘pueblo’».

Me entristeció profundamente sentirme parte de una raza que, en su propio país, ha vivido más tiempo esclavizada que libre. También, de una a la que tras una esclavización física se condena a una segregación económica, en un país que presume —ya solo ante sí mismo— de ser el país más democrático del mundo.

Me dolió la discriminación institucionalizada que expone Ta-Nehisi cuando afirma que un 60% de los afroamericanos que abandonan el colegio acaban en prisión. Lo injusto de vivir bajo las normas de un sistema que, bajo el pretexto del abandono escolar, legitima mi fracaso y perpetúa mi situación económica.

No creo que el objetivo del autor fuera la comprensión sino la denuncia desesperada y escrita desde el miedo —y, muchas veces, desde la rabia— de la realidad social de Estados Unidos: una protesta como ciudadano, como afroamericano, como padre, como profesional. No creo que lo buscase y, sin embargo, nos ha hecho sentir que, en el caso de ese 13% de la población estadounidense, la suerte está echada incluso antes de llegar al mundo.

Quizás por eso todos deberíamos leer esta carta, como ciudadanos de cualquier país o de cualquier raza, sexo y edad. Y dar las gracias a Ta-Nehisi por un relato tan sincero, tan directo, tan desgarrador, tan real.

Por mi parte, también le agradezco a mi hermano el saber estar en este mundo de esa forma tan empática, la clave para echar abajo esas barreras que siguen existiendo hoy. Espero que a muchos esta carta les lleve a donde a mí me ha llevado: a dejar de ser espectadora, a evaluar primero mis propios pensamientos y, en mi entorno, a poner el foco en la desigualdad por motivos raciales o étnicos, a señalar en voz alta los prejuicios que se intuyen en las conversaciones y expresiones cotidianas. En definitiva, a cuestionar cualquier forma de discriminación y a reflexionar sobre ello con lecturas tan necesarias como esta.

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