Cultura e igualdad: la mirada de Elvira Lindo y Ana Santos

Cultura e igualdad: la mirada de Elvira Lindo y Ana Santos

La Biblioteca Nacional ha cerrado sus puertas pocas veces a lo largo de la historia. Una de ellas fue por la gripe de 1918. Nadie habría imaginado que, un siglo y dos años después, otro virus la obligaría a mantener sus luces apagadas durante meses. Pero la adaptación a esta nueva realidad no es, ni de lejos, la única que ha afrontado este templo del patrimonio bibliográfico español que hoy nos acoge: sin ir más lejos, las mujeres, que tuvieron prohibido el acceso durante más de cien años, hoy son mayoría en la BNE, empezando por su directora.
En este contenido de nuestro #Especial21, hemos querido poner en valor la igualdad y la cultura como elementos tractores de progreso y de bien común. Y lo hemos hecho de la mano de dos grandes mujeres amantes de la palabra: Elvira Lindo, que nos comparte sus opiniones e inquietudes en una estimulante entrevista, y Ana Santos, que pone la guinda a las palabras de la escritora con una inspiradora reflexión que bien sirve para iluminar el camino recorrido y el que aún queda por recorrer.

La entrevista a Elvira Lindo, en cinco titulares:

«La empatía es en sí misma un elemento transformador. Es lo que permite solidarizarte con una persona o un colectivo. Responde a nuestro ser más íntimo»

«La democracia está en riesgo, entre otras razones, por la crisis que ha vivido el periodismo»

«En el mundo antiguo, nuestra capacidad para destruir el planeta era muy limitada. En cambio, para destruirnos unos a otros siempre hemos tenido gracia…»

«En todos los grupúsculos de la extrema derecha que apoyaban a Trump hay un elemento común: la misoginia»

«En España, si hay algo que sobrevive, es el núcleo familiar, muy activo a la hora de ayudar a los seres más desfavorecidos de su entorno»

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Mirada en femenino

Por Ana Santos Aramburo, directora de la Biblioteca Nacional de España

Sirva esta tribuna como reflexión sobre el sentido de la cultura y, más allá, como recordatorio de la capacidad transformadora de la literatura, de las voces transmitidas y de su memoria… y del peligro de su silencio.

La cultura, es decir, la capacidad de creación de hombres y mujeres, permite dar un sentido a lo humano y enfrentarnos a los grandes interrogantes de nuestra existencia aun cuando sepamos que no hay respuesta para ellos.

Una de las capacidades creativas que ha tenido una mayor influencia en la evolución de las sociedades es la literatura, entendida como diálogo con el otro, con un lector que asimila pero, a su vez, interpreta y cuya interpretación le capacita para entender la vida de una determinada manera. La palabra escrita ha sido, a lo largo de la historia, alimento del pensamiento y camino para la educación, y por lo tanto, para la mejora de las personas. Porque es la por la vía de la palabra de otros como el ser humano crea su propio lenguaje, un lenguaje interior que le permite pensar por sí mismo y, a su vez, le capacita para vivir su propia vida en libertad.

Por este motivo, resulta fundamental que, desde la igualdad de derechos, hombres y mujeres puedan mostrar su voz y dejar sus palabras, desde donde establecer un diálogo constructivo con la sociedad que les ha tocado vivir.

Tras muchos años de lucha del feminismo, tras la reivindicación de los derechos de las mujeres y el ejercicio de su libertad hoy se escucha su voz, pero muchas de estas palabras se han perdido y, con ellas, otras miradas enriquecedoras y una capacidad creativa que nos hubiera ayudado a contemplar el mundo de otra manera. El acceso a la educación y al conocimiento, la libertad para elegir el camino de su propia vida y la igualdad de derechos, imprescindibles en una sociedad democrática, han sido reivindicaciones históricas, pero aún no plenamente alcanzadas. Pero no debemos extrañarnos, han faltado muchas palabras escritas por mujeres y no porque carecieran de la necesaria capacidad creativa, sino porque no podían hablar, porque para ser escuchadas debían hacerse pasar por hombres o simplemente porque, abrumadas por otras circunstancias, carecían del coraje suficiente para alzar su voz con la autoridad necesaria. Los datos hablan por sí mismos: del millón y medio de personas con autoría en alguna obra editada en España y que se conserva en la Biblioteca Nacional las mujeres no alcanzan el 20% y, de estas, solo unas pocas son conocidas. Las que lo son fueron excepcionales por su valentía, pero también privilegiadas por su situación social o económica, lo que les permitió el acceso a una educación y desarrollar su capacidad creativa a través de la escritura y así dejarnos su palabra como esperanza de futuro. Por eso hay que devolverles hoy la voz, volver a escuchar lo nos que dejaron escrito para establecer un nuevo diálogo enriquecedor y esperanzado que nos permita construir un futuro mejor.

Son muchos los motivos por los que hay que fomentar la capacidad de creación de las personas, todas por igual, y por los que hay que trabajar para que no se pierda. No solo la cultura es un consuelo ante la miseria, que en ocasiones oprime la existencia de las personas, sino fundamentalmente es el camino de búsqueda de un mundo de ideales desde donde vislumbrar la belleza, la verdad o la armonía y encontrar valores transformadores de una sociedad que debe conservarlos en su imaginario colectivo como talismán que le permita comprender que la felicidad no se alcanza teniendo más, sino siendo mejores.

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